Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100244
Legislatura: 1889-1890
Sesión: 18 de noviembre de 1889
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Marqués de Sardoal.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 45, 671-674.
Tema: Ayuntamiento de Madrid.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): Debo empezar, Sres. Senadores, por hacerme cargo del incidente que acaba de presenciar el Senado, y que promovió el Sr. Sardoal por medio de una alusión que, a mi juicio, no encajaba en este debate.

Es verdad que las vicisitudes políticas nos separaron al Sr. Montero Ríos y a mí en alguna ocasión, hasta el punto de colocarnos al uno enfrente del otro. Es verdad, por consiguiente, que algunas veces hemos tenido que combatir el Sr. Montero Ríos y yo; pero también es cierto que, a pesar de la pasión que unos y otros llevamos a nuestras luchas políticas, ni el Sr. Montero Ríos ni yo nos hemos faltado jamás a las consideraciones personales, a los respetos políticos que recíprocamente nos debemos los unos a los otros, y aún en la ocasión a que se ha referido el Sr. Marqués de Sardoal, a pesar de ser aquella una época de gran encarnizamiento político, el Sr. Montero Ríos no dejó de guardarme aquellas consideraciones debidas al compañero y al Presidente del Consejo de Ministros. Luchamos, en efecto, con pasión; nos dijimos cosas duras el uno y el otro; pero ni el Sr. Montero Ríos faltó a las consideraciones personales como caballero ni como Presidente del Consejo de Ministros, ni yo tampoco falté a las que siempre le he tenido; hasta el punto de que, concluida la lucha, nuestra amistad particular continuó en términos tales, que hizo, no solo posible, sino fácil poco tiempo después, el restablecimiento de nuestra amistad política.

De modo que, si mutuamente nos hemos combatido el Sr. Montero Ríos y yo, mutuamente nos hemos guardado aquellas consideraciones que nos permitieron reanudar nuestras antiguas relaciones políticas, ya que jamás quedaron interrumpidas nuestras relaciones particulares; y si alguna vez ha venido a mi memoria la discusión a que el Sr. Marqués de Sardoal se ha referido, declaro que ha sido, más que para recordar los ataques que el Sr. Montero Ríos me dirigió [.], honrosas para mí, en que los envolvía. (Muy bien, muy bien).

Conste esto de ahora para siempre, a fin de que no se vuelva sobre un incidente, al menos en este concepto, que el Sr. Montero Ríos y yo tenemos de todo punto olvidado, porque hemos podido seguramente olvidarlo sin desdoro para él ni para mí.

Y dichas estas palabras, que he creído necesario exponer al Senado, sin profundizar más en un debate verdaderamente lamentable por el giro que de alguna parte se le ha dado, voy a entrar en la cuestión que se discute.

Me ha de permitir el Senado que sobre el asunto principal de la interpelación iniciada por el Sr. Bosch diga muy pocas palabras, no solo porque los señores Ministro de la Gobernación y de Fomento han expuesto todo lo necesario sobre este punto, sino porque desde un principio me propuse permanecer tan alejado de él cuanto me lo permitieran los deberes de mi cargo.

Desde luego comprendí que mi intervención, cualquiera que ella fuese, había de ser considerada como parcial, y voluntariamente me inhibí de su conocimiento hasta el punto de que se tramitó el expediente durante mi ausencia de la corte, sin que directa ni indirectamente, de cerca ni de lejos, haya influido, ni siquiera conocido las diferentes etapas de esta tramitación. Mis dignos compañeros me consultaron pidiéndome mi juicio para cuando llegara el caso de la resolución de este asunto por el Gobierno. Yo me limité a contestarles que, por razones de delicadeza, no quería que la malicia interpretara mal mi intervención desde aquel momento, y sometí mi juicio al que tuviera por conveniente emitir el Consejo de Estado. Esto mismo repetí en el Consejo de Ministros cuando se resolvió el expediente, antes de que el señor Ministro de la Gobernación nos diera cuenta del dictamen de este alto Cuerpo. Los demás Ministros, después del detenido examen, opinaron que debían también conformarse con el dictamen del Consejo de [671] Estado, y el asunto fue resuelto por unanimidad. ¿Se resolvió bien? ¿Se resolvió mal? Esto puede ser objeto de debate; pero que se resolvió con un espíritu de rectitud, de justicia y de imparcialidad, que no se suele llevar a la resolución de asuntos análogos en este país, ¡ah! eso no se puede discutir, porque eso no ofrece duda ninguna.

Ya que se quiere hacer responsable al Gobierno hasta de las faltas que pueda cometer un Ayuntamiento, cosa no vista en ningún país; ya que sobre las faltas que puede haber cometido un Ayuntamiento, se está discutiendo al Gobierno un día y otro día, ni más ni menos que si los Ministros fueran los propios concejales, cosa no vista tampoco en nuestro país, yo pregunto: ¿es que se puede exigir al Gobierno en este asunto más que la aplicación estricta de la ley en sus preceptos más severos, sin consideración a nada ni a nadie, y la entrega de todos los hechos a los tribunales, para que examinando e indagando hasta donde lo consideren necesario, absuelvan o condenen, según su leal saber y entender? ¿Qué más ha podido hacer el Gobierno? ¿Qué más ha hecho Gobierno ninguno en caso semejante? Pero no; la cuestión del Ayuntamiento de Madrid, como cualquier otra que por cualquier parte surja, que para ciertas oposiciones todas son buenas al efecto, se ha tomado como pretexto para acosar, para atacar al Gobierno, y aún para pedir por unos que me retire yo del poder, por otros que se retire el partido liberal.

Ya se ve, ¡es tan raro esto de que el partido liberal esté cuatro años en el poder! (Risas). ¡Es tan extraño esto de que un Presidente del Consejo de Ministros liberal lo sea durante cuatro años seguidos, que a los unos por veleidades de naturaleza, y a los otros por desacostumbrados a tales cosas, les es insoportable en este bando el partido liberal! ¡Cuatro años en el poder el partido liberal! ¡Pues ahí es un grano de anís! (Risas). Los Gobiernos deben durar mucho; las situaciones deben tener larga vida, porque con Gobiernos duraderos y situaciones largas, los pueblos llegan a conquistar una vida más normal y más tranquila, y los asuntos públicos, desenvolviéndose más sosegadamente y con más espacio y más tiempo para el estudio, se resuelven mejor; pero entiéndase que esto no reza con el partido liberal, y que si alguna vez alcanza el poder, ha de estar en él como de paso, y sólo por el tiempo meramente indispensable para que el partido conservador descanse de sus fatigas gubernamentales. (Risas). Esto pasa como moneda corriente; y yo he oído, no solo a uno, sino a varios, con la mayor frescura decir: estos tres años difícilmente resistiremos al partido liberal; pero más de tres años es para nosotros inaguantable; como si fuera una letra de cambio que se tuviese en el bolsillo para presentarla a plazo fijo.

De cualquier modo, voy a hacerme cargo de los dos puntos que han sido objeto principal del debate. Que me retire yo del poder; que se retire el partido liberal.

Entiéndase, Sres. Senadores, que en todo lo que voy a decir queda naturalmente a salvo al Regia prerrogativa que puede ejercerse siempre y en todo momento, con el respeto, con el acatamiento, con la obediencia más incondicional. Pero aparte la Regia prerrogativa, yo he de hablar sobre este punto y he de expresar mis opiniones y mis deseos con la misma libertad y con el mismo derecho con que han expuesto sus deseos y sus aspiraciones sobre este punto los señores que han combatido al Gobierno.

¡Que me retire del poder! Pues no hay cosa más fácil, y sobre todo, no hay cosa más de mi gusto. Para que eso suceda en buenas condiciones para el partido liberal, y para que en ningún caso aparezca yo como volviendo la espalda a mis deberes y compromisos, es necesario que los que tal desean y tal piden como amigos enojados, depongan su enojo, vuelvan al partido liberal, se entiendan con él, y juntos todos, de común acuerdo y en grandísima armonía, resolvamos este extremo; y prometo desde ahora ser el soldado más leal, el servidor más fiel de mi nuevo sucesor. Pero pretender esto empezando por hacer disidencias, por crear dificultades a su propio partido, por debilitarlo, por perturbarlo, por maltratarme a mí y por maltratar a mis amigos, sus antiguos correligionarios, ¡ah! de esta manera no se puede conseguir, de esta manera no es dado acceder a la demanda.

Porque, Sres. Senadores, aunque yo tenga la abnegación de un santo, y me proponga ayudar a los que en tales condiciones me sucedan, la abnegación que a mí se me puede exigir, no puede exigirse a la colectividad, no puedo exigírsela yo a mi partido, que no le exijo más que cosas que quepan dentro de la dignidad.

Mi salida, pues, del Ministerio en estas condiciones, aparte de que significaría el premio de la disidencia, sería causa de mayores divisiones, de más grandes enconos, de más irremediables rencores y del desquiciamiento y la ruina del partido liberal, elemento tan necesario, y no quiero decir que más, como el partido conservador para establecer el equilibrio de la política y para el firme sostén de las instituciones. Este cambio, pues, que se solicita, en las condiciones, en los términos y con los antecedentes con que se pide, es por lo injusto, por lo perturbador, por lo inmoral y por lo peligroso, de todo punto imposible.

En manos de los que quieren mi salida del poder está la realización de sus deseos. Vuelvan a su antiguo campo, y en él trataremos; en la seguridad de que yo no he de oponer dificultad ninguna, porque toda mi aspiración se reduce a que el partido liberal, dirigido por mí o dirigido por otro, que a mí me es igual, y aún por el contrario, me halagaría más que fuera por otro, que yo necesito descansar, más que de los esfuerzos naturales, de las amarguras que me producen las veleidades de unos, las impaciencias de otros y las ingratitudes de no pocos (Muy bien); toda mi aspiración, digo, consiste en que el partido liberal realice todos sus compromisos y corone su obra, como tiene ofrecido ante los demás partido y ante el país.

Que se retire el partido liberal. Claro está que aparte, como dije antes, la salvedad de la Regia prerrogativa, el partido liberal se ha de retirar del poder alguna vez; no hay nada eterno en el mundo, y menos los Gobiernos, y mucho menos los Gobiernos en España. Pero ¿es que los partidos pueden retirarse del poder cuando quieran? Así; Sres. Senadores, como es una insensatez, y quizá una falta de patriotismo en los partidos, aspirar al poder o pretender sostenerse contra las aspiraciones y las necesidades del país, así también es una falta de patriotismo, y puede llegar a ser una traición, abandonarlo contra esas aspiraciones y las de la Regia prerrogativa. [672]

Pero yo pregunto: en el momento en que el partido liberal está a punto de realizar todo su programa; en el momento en que está a punto de terminar todos sus compromisos; en el momento en que se está discutiendo el sufragio universal, coronamiento hoy de toda su obra política, ¿le es lícito al partido liberal abandonar el poder? ¿Es que yo tengo libertad para hacerlo? ¿Es que no se diría, si tal hiciera o aconsejase, que lo que he hecho ha sido entretener a los partidos y al país con mentidas promesas para no realizarlas, y que cuando llegaba el instante de llevarlas a cabo he abandonado este puesto para no cumplirlas? No; el partido liberal tiene contraídos, aten los demás partidos y ante el país, compromisos que ha de realizar, que espera ha de realizar, y que quedarán pronto realizados; pero si por acaso así no fuera, conste siempre que será por causas ajenas a su voluntad y por esfuerzos superiores a los suyos y a su diligencia. El partido liberal, pues, no puede abandonar voluntariamente el poder sin hacer traición a sus compromisos; cuando cumpla su misión, entonces éste, como todo partido honrado que no aspira al poder por el poder, en aquel momento, S. M., en su elevada sabiduría, juzgue lo que estime mejor para los intereses públicos, y resuelva conforme a lo que crea que es el sentimiento nacional.

Pero se dice: la verdad es que el partido liberal a quien se le confió el poder a la muerte de nuestro malogrado Rey Don Alfonso XII, no es el partido liberal que está gobernando en el día. Error craso; el partido liberal es hoy el mismo que era entonces, y si desgraciadamente han desaparecido de él algunas individualidades importantes, es verdad también que el partido liberal ha quedado con su organismo, con su combinación de fuerzas y elementos, con su bandera, con sus propósitos, con sus ideas y hasta con su fuerza material, aparte del organismo; porque si ha perdido algunas altas personalidades, al fin y al cabo al partido liberal le sucede lo que a un ejército numeroso, que, aunque tenga algunas bajas, todavía le quedan bastantes nutridas sus filas para seguir por el camino de la victoria.

Además, si porque el partido liberal ha tenido algunos desprendimientos hubiera de dejar el poder, resulta que no habría partido que pudiera gobernar en España arriba de seis meses, ya que tan frecuentes, desgraciadamente, son aquí las disidencias. Pero a nadie se le ocurrió que el partido conservador debía dejar el poder cuando tuvo tantos y tan importantes desprendimientos durante su dominación. (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: ¿Quiénes fueron?) Yo creo que S.S. fue uno de ellos. (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: No es exacto). Pues no hay duda de que S.S. estuvo en disidencia con el jefe del partido conservador. (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: Absolutamente por nada político; ni yo he dejado de pertenecer jamás al partido conservador, ni me citaría S.S. un solo acto, una sola palabra en toda mi vida que eso demuestre; precisamente soy el más antiguo amigo del Sr. Cánovas del Castillo). Si lo sé, no se moleste S.S.; ya sebe que le quiero mucho. (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: ¡Como le oigo a S.S. una proposición tan valiente!) Qué, ¿quiere S.S. que le cite nombres propios? Pues, ¿no sabe el país las elevadísimas personas que se apartaron del Sr. Cánovas? (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: ¿Quiénes? ¿Qué conservadores? Cítelos S.S. ?El Sr. Duque de Tetuán: ¿Por qué no los cita S.S.? Niego la consecuencia). ¿No se separó el Sr. Alonso Martínez del Sr. Cánovas después de ayudarle a formar la Constitución vigente? (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: No, señor, y lo sabe muy bien S.S.) ¿No estaba el Sr. Bugallal? (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: Jamás ha dejado de pertenecer al partido conservador. ?El Sr. Duque de Tetuán: Ésa es la situación del Gobierno; tiene que guardar silencio a ciertas interrupciones). No es que tenga que guardar silencio; es que tengo respeto a ciertas personalidades, Sr. Duque de Tetuán; respete S.S. mi respeto a esas personalidades. (En la mayoría: Muy bien, muy bien. ?El Sr. Duque de Tetuán: Aquí, antes que las personalidades, está el país). Pero ¿qué tiene que hacer aquí el país?

Resulta, Sres. Senadores, que como las ideas, los propósitos y los fines del partido liberal hoy son los mismos que cuando fue llamado al poder, no hay motivo, por este concepto al menos, para que deje de continuar en su puesto. Se dice: ?Está bien; pero el partido liberal ha fracasado en el poder?. ¿Dónde está el fracaso? Porque yo no lo veo. El partido liberal ha realizado todo su programa; el partido liberal ha realizado sus reformas, y todo esto con la más amplia libertad y en el orden más completo; no puede, por tanto, decirse con razón que haya fracasado en el poder. ?Que tiene dificultades?. ¡Ya lo creo! pero ¿qué Gobierno no las tiene, y en qué país no las hay en más número y en mayor escala? ¡Dificultades! ¿Os parece pequeña dificultad la que se ofrece a todo Gobierno cuando todo el mundo pide economías y nadie las quiere por su casa? (Risas).

No; el partido liberal no ha fracasado en el poder; el partido que ha realizado tantas y tan importantes reformas, que deja completamente establecido todo un nuevo estado de derecho, que ha levantado el crédito de la Nación, que ni en el interior ni en el exterior tiene más cuestiones que resolver ni más dificultades que orillar que aquellas cuestiones y aquellas dificultades inherentes a todo Gobierno en todas partes; el partido que ha conseguido todo esto en medio de la más amplia libertad y al amparo del orden más completo, ¡ah! ese partido no ha fracasado en el poder, sino que, por el contrario, ha conseguido un triunfo en toda la línea.

Y como estos son los puntos principales del presente debate, y no quiero molestar más en hora tan desusada a los Sres. Senadores, voy a concluir pidiéndoles que coronen la victoria, no el fracaso, que coronen la victoria del partido liberal terminando la obra ya comenzada por el otro Cuerpo Colegislador, y terminándola cuanto antes, porque será un bien para todos. Y si una vez concluida la misión del partido liberal, el país demanda un cambio de política, y la Corona, atenta siempre a sus inspiraciones, así lo acordase en su alta sabiduría, el partido liberal, olvidando las amarguras que nos han hecho devorar amigos descontentadizos, y las injusticias con que nos han tratado impacientes adversarios, el partido liberal, satisfecho de haberse concluido como bueno en el poder, irá tranquilo a la oposición, no con el afán de pelear, sino con el deseo de ayudar, en cuanto sus compromisos se lo permitan, al partido que le suceda; que las luchas encarnizadas entre los partidos no sirven más que para daño de las instituciones [673] y para mal del país; y el partido liberal quiere, ante todo y sobre todo, gloria para las instituciones y paz y prosperidad para el país. (Muy bien, muy bien) [674]



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